miércoles, 15 de marzo de 2017

EN ESPAÑA BEBEMOS AGUA DE 40000 KMS DE TUBERIAS CON AMIANTO CANCERIGENO



En España bebemos agua de 40.000 kilómetros de tuberías con amianto cancerígeno

Un 20% de las canalizaciones de agua potable contienen esta sustancia. Expertos piden su retirada aunque no hay pruebas sólidas sobre su peligrosidad.

El amianto o asbesto fue uno de los materiales de construcción estrella en el siglo XX, pero encerraba un peligro mortal para los trabajadores que lo manipulaban. Las fibras microscópicas que lo componen pueden quedar suspendidas en el aire y ser respiradas. Si la exposición es prolongada, puede originar cáncer de pulmón y otras enfermedades.

La mayor parte de este mineral se destinó a la industria del fibrocemento, una mezcla de cemento y fibras de amianto que además de ser barata tenía unas excelentes propiedades. En España se conoce más por el nombre de la empresa que lo comercializaba, Uralita, y al igual que en otros países, fue ampliamente utilizado, sobre todo en placas onduladas de cubierta y tuberías, hasta su prohibición en 2001. Sin embargo, hoy en día buena parte del agua de riego y del agua potable siguen pasando por redes de abastecimiento realizadas con este material. ¿Existe algún riesgo para la salud?

En los últimos tiempos, el debate se ha avivado en el ámbito local, con numerosos ayuntamientos que aprueban planes de sustitución de las canalizaciones y autoridades que se mojan a favor de estas acciones. Hace pocos días la Comisión de Medio Ambiente del Congreso aprobó solicitar al Gobierno que realice una auditoría de las tuberías que quedan y elabore un plan para su renovación. La propuesta contó con el apoyo de todos los grupos, excepto del PP, que alegó el alto coste que supondría.

Los datos de la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS), actualizados en 2016, indican que las redes de agua potable en España –sin contar las destinadas al riego- superan los 200.000 kilómetros y que de ellas alrededor de un 20% aún están fabricadas con fibrocemento, unos 40.000 kilómetros. Estas cifras proceden de una encuesta que se realiza cada dos años a entidades locales, pero no existe un inventario exhaustivo.

Al margen de su localización, hay dos preguntas clave: si las fibras de amianto pasan al agua potable y si pueden suponer algún riesgo para salud en el caso de que lleguen a nuestros grifos. La OMS abordó la cuestión en su informe Asbestos in Drinking-water tras recopilar estudios realizados en varios países. La cifra más repetida en Estados Unidos, Canadá, Países Bajos y Reino Unido estaba en torno a un millón de fibras por litro.

Aunque pueda parecer mucho, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) considera un nivel seguro hasta 7 millones de fibras por litro. A partir de esa cantidad, no descarta que exista riesgo de desarrollar pólipos intestinales benignos, pero tampoco hay suficientes investigaciones que lo demuestren.

Tanto la degradación de las cañerías artificiales como la erosión de los depósitos naturales de las rocas que contienen asbesto podrían ser responsables de esa presencia de las fibras, así que, efectivamente, el agua que consumimos puede contener amianto, pero no existen datos concluyentes de que una vez ingerido sea cancerígeno.

"La inhalación de fibras de amianto a través de la vía respiratoria es la principal responsable de las patologías causadas por este material y la vía digestiva tiene un peso secundario", afirma en declaraciones a EL ESPAÑOL Alfredo Menéndez, catedrático de la Universidad de Granada y responsable del proyecto de investigación Los riesgos del amianto en España (1960-2002). En su opinión, "hay menor evidencia científica sobre los efectos de deglutir fibras de amianto", pero aún así "eliminar las tuberías de fibrocemento es una medida de salud pública recomendable".

Fernando Morcillo, presidente de AEAS, destaca que mientras que la red de tuberías de fibrocemento está uso "no genera ningún problema para la salud". Sin embargo, "se considera que la vida útil de las tuberías está en torno a 50 años y gran parte de nuestra red de fibrocemento se construyó en los años 60 y 70, fruto del desarrollismo urbano". Por lo tanto, las canalizaciones están envejecidas, son menos seguras, sufren más roturas y pérdidas de agua y es necesario acometer un esfuerzo de renovación.

Operarios y residuos                                                                                                                                                                                              

En este punto entran en escena dos posibles problemas: la inhalación de amianto por parte de los operarios y la contaminación ambiental que podrían generar las viejas tuberías. Según Morcillo, ambas cuestiones están perfectamente solventadas. Por una parte, existe un estricto protocolo de salud laboral que siguen todos los trabajadores y, por otra, los residuos se convierten en inertes al ser confinados en depósitos específicos o mezclados con hormigón.

No opina lo mismo Francisco Báez Baquet, exempleado de Uralita en Sevilla que desde los años 70 ha investigado al detalle los problemas derivados del amianto, convirtiéndose en una de las voces más reivindicativas. Según explica, las empresas que manipulan el fibrocemento "no precisan de ninguna suerte de acreditación previa de capacitación". Aunque cada comunidad autónoma cuenta con un Registro de Empresas con Riesgo por Amianto (RERA) y solo las que están inscritas en él pueden realizar estas tareas, se trata de "un mero trámite administrativo" que no requiere demostrar competencia alguna.

La mejor prueba es que existen "sentencias judiciales en las que se condena a servicios municipales de abastecimiento de agua, comunidades de regantes y ayuntamientos por daños causados por el amianto liberado en la reparación de tuberías de fibrocemento debido a que no han respetado la legislación vigente". El riesgo no sería solo para quienes cambian una tubería, sino también "para vecinos, viandantes y espectadores", comenta.

Obsolescencia

"La degradación del cemento por simple obsolescencia es un proceso progresivo, a ritmo más acelerado cuanto mayor sea su antigüedad", asegura. La normativa española contempla la eliminación y retirada en condiciones controladas "al final de su vida útil", pero en la práctica esta expresión es tan "difusa", afirma, que solo se lleva a cabo "cuando hay averías, cada vez más frecuentes".

Ante los posibles riesgos y las dudas, Báez apuesta por el "principio de precaución", que consiste en tomar medidas ante todo producto o tecnología sospechoso de conllevar riesgos para la salud o el medio ambiente aunque no haya pruebas científicas concluyentes. "Todo producto que contenga amianto es una bomba de relojería mientras no permanezca soterrado en condiciones controladas y, aunque sea más cara, la solución definitiva, y garantista al máximo, sería la inertización del amianto, sometiéndolo a muy altas temperaturas, con o sin ayuda química", agrega.

Incluso duda de que los intereses económicos no hayan corrompido los estudios "pretendidamente científicos" que no encuentran una conexión directa entre problemas de salud y la presencia de fibras de amianto en el agua potable: "Ya ocurrió en el sector automovilístico, porque el amianto se usaba en piezas como embragues y zapatas de freno".

Las secuelas del amianto

El cáncer de pulmón, el mesotelioma (tumor que también afecta a los pulmones y está causado específicamente por la inhalación del polvo de amianto) y la asbestosis (enfermedad que causa fibrosis pulmonar y también es consecuencia directa del contacto con este material) son los problemas más característicos, reconocidos en España como enfermedades profesionales mucho más tarde que en otros países europeos.

A pesar de que ya no se utiliza como material de construcción, el amianto seguirá causando muertes en España hasta la década de 2040, según un estudio de Alfredo Menéndez, ya que "el periodo que transcurre desde la exposición al desarrollo de la enfermedad puede alcanzar los 30, 40 y hasta 50 años".

Los cálculos se centran en los trabajadores que manipularon el material, pero "las exposiciones ambientales también tienen su importancia", asegura el experto, que destaca que España registró "un mayor consumo de productos de fibrocemento" y que se queja de la "invisibilidad social del problema y la falta de reconocimiento de las víctimas".

lunes, 13 de marzo de 2017

ME QUEDAN UNO O DOS AÑOS DE VIDA - TENGO UN CANCER POR EL AMIANTO



ME QUEDAN UNO O DOS AÑOS DE VIDA – TENGO UN CANCER POR AMIANTO

Pedro Murillo: “Me quedan uno o dos años de vida, tengo un cáncer por amianto”

“Con una colada ganaban dinero, pero no les importaba la vida de los trabajadores, no nos protegieron frente mineral cancerígeno

Trabajó en Azkoitia en Acería y Forjas de Azkoitia, o Cie Automotive, o Grupo Siderúrgico (GSB) y hasta hace poco Gerdau, aunque ahora es Sidenor, “cambian cada dos por tres el nombre”, dice cuando recuerda su paso por la siderúrgica. Le ha marcado su vida y, lo que es peor, le ha metido en el bombo de la mala suerte, porque trabajó con amianto y tiene los dias contados, “uno o dos años”, reconoce resignado.

“Empecé en la fundición en junio de 1982 y estuve allī en hasta 1998. En ese año logré una incapacidad, no por el amianto y estuve cinco años en el acabado, fuera de la fundición”, expresa. Ahora mismo Pedro Murillo sufre “un adenocarcinoma, un cáncer de pulmón y me han reconocido la enfermedad profesional. Ha sido la Seguridad Social. Tenía la incapacidad total. Cuando me detectaron lo que tenía, porque me hicieron una biopsia en enero de 2016 con 62 años, dejé de trabajar allí, y eché los papeles para conseguir la incapacidad absoluta”, según señala a EL PERIODISTA CANALLA.

 

“Del centro de salud de Riberas de Loiola me llamó un médico y me dijo todo lo que tengo. Le dije que he fumado durante 45 años, pero él me dijo que me aseguraba al 98% que lo que tenía no era derivado del tabaco y añadió que era derivado del amianto al 98%. Me puso en contacto con los de Osalan y se me reconoció como enfermedad profesional”.

Pedro Murillo empezó a trabajar en el horno de fundición. “Estuve  de albañil, hacíamos el revestimiento del horno, las cucharas de la fundición, todo esto que se hacia en las fundiciones. En el horno las tuberías de los paneles de refrigeración de agua van forradas con cintas de amianto. Las ponían los mecánicos. Nosotros hacíamos las artesas que eran para la colada continua, y eso llevaba mantas de amianto y sí las poníamos nosotros. Y para calentar las cucharas donde iba la colada, llevaban unos bloques de amianto y teníamos que ir a reparar nosotros, y según estabas quitando te caía encima toda esa mierda del amianto”.

Como a miles de trabajadores se les ocultó el daño que el amianto causa en la salud de los trabajadores,a pesa de que ya en 1906 el Dr. Murray en Gran Bretaña documentó el primer caso de asbestosis. Murillo señala con rotundidad que “no te daban protección alguna frente al mineral cancerígeno, ni te avisaban de los peligros, ni nada de nada”. Hay que tener en cuenta en Hego Euskal Herria 40.000 trabajadores estuvieron en contacto directo con el amianto, pero a ninguno se les ofreció una protección adecuada, lo que ha provocado muchas víctimas, la gran mayoría ocultas. Desde 1993 a febrero 2017 han fallecido, sobretodo por mesoteliomas, 1.472 personas que estuvieron en contacto con el amianto. Es la punta-punta del iceberg, porque las administraciones sanitarias ocultan su incidencia. Esa realidad ha llevado a que el catedrático de la Universidad de Granada, experto en estos temas, Alfredo Menéndez-Navarro haya señalado que solo ven la luz solo un 5% de las muertes que tienen que ver con la inhalación de las fibras asesinas del amianto.

Pedro  Murillo admite que “me he enterado de este tema ahora cuando me ha tocado, y he empezado a investigar, a leer un poco, y he visto la gravedad de la situación. Deberíamos de haber llevado trajes especiales, etc y no nos tendrían que haber dejado fumar en el puestos de trabajo. La realidad es que no nos han protegido de nada”.

En este sentido, el doctor Carlos Pineiro, colaborador con la Asociación Galega de Víctimas del Amianto (Agavida) explica esta situación de una forma clara y contundente: “el uso masivo del amianto llegó por la avaricia empresarial”.

Cuando interpelamos a Pedro Murillo precisamente sobre lo que piensa de los directivos de esa empresa donde trabajó en Azkoitia, que ha cambiado de nombre en numerosas ocasiones, nos dice que “los directivos, nuestros jefes, nos han tratado como a borregos, como a corderos. Les ha importado más sacar una colada, porque sacaban unos cuantos millones por la misma, que la vida de las personas, de los trabajadores que estábamos allí. Las personas les salen gratis a esta gente”.

Recuerda que “han muerto compañeros míos, hace tres años uno igual que yo, cáncer de pulmón y hasta que no te toca no les damos importancia. Es así. Empecé a mirar en Internet y en todo esto aparece como una señora murió contagiada por lavar ropa de su marido. Me quedo pasado, pero es la realidad. Se sabe como el Tribunal Supremo confirma la maldad del amianto desde 1940, que se obligaba a poner los medios de protección y prevención frente al cancerígeno, pero la gentuza esta de la fábrica se niega a dar el lista de los trabajadores que estuvimos en contacto con el amianto, y se lo están negando a Osalan, que lleva ya registrados en torno a 7.500 trabajadores afectados”.

Una de las cosas que más le duelen a Pedro Murillo es que en la empresa donde trabajó muchos años de su vida “siguen diciendo que no se trabajó con amianto desde 1991 y resulta que he estado en la fundición hasta 1993 y seguía igual, luego estuve varios años en el acabado y han seguido con amianto. Han funcionado como siempre, y que lo nieguen es terrible”.

La explicación es simple para Murillo: “Con una colada ganaban unos millones de pesetas, y la vida de una persona les sale gratis. Esa es la diferencia. Cuando uno está bien no le damos la importancia que tiene. Pero es más serio de que creemos. Es lo que todos nos tendríamos que dar cuenta. El que me llamó de la Seguridad Social dejó claro que lo ‘gordo’ todavía esta por salir. Te contagias y desarrollas enfermedad 35 o 40 años después. Pierdes la pista, claro”. Tiene razón porque se calcula que todavía en esta década se van a producir un repunte de los fallecidos por el amianto. Un hecho significativo es que las consultas que la Asociación de Víctimas del Amianto de Euskadi (ASVIAMIE) está recibiendo durante los últimos meses muestra un incremento significativo de afectados por mesoteliomas, un cáncer tipo de cáncer muy letal, como reconocen dos de sus miembros Patxi Kortazar y Begoña Vila.

 

90 TRABAJADORES EN CONTACTO DIRECTO

Pedro Murillo indica que en “la fundición trabajábamos así en esas condiciones de contacto con el amianto unos 90 en los tres relevos, además a parte aunque no estés en mantenimiento y no trabajes de forma directa, puedes haber inhalado fibras de amianto. Casi éramos 500 trabajadores en toda la fábrica. Un ejemplo de la falta de sensibilidad de los empresarios está con las coladas de plomo en los años 90. La legislación impedía sacar  mas de una o dos coladas ala semana, pero allí sacaban tres y cuatro al dia. UN compañero que murió, Benito Murillo, trabaja en la grúa. NO de forma directa con el plomo. Nos hicieron una analítica para ver el plomo en sangre y éste lo tenia por las nubes, pero no se preocuparon de mandarle a revisiones. Es lo que tenía esa situación, no se preocuparon de nada, búscate la vida. Hace tres años murió, con 62 años”, se lamenta.

Pedro Murillo reconoce que a sus 63 años le queda poco de vida. “Calculo que uno o dos años, como ocurrió con otros compañeros. Tengo bastante desarrollado el adenocarcinoma. Osalan me dijo que si te cogen a tiempo se puede contener la enfermedad, por eso es importante estar en la vigilancia específica y puedes aumentar la calidad de vida”.

Juanjo Basterra